CLASE MAGISTRAL JOSÉ MANUEL LÓPEZ

José Manuel López nos habla de John Huston

 

16 Diciembre | 16:30h | Teatro Principal

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En su última película John Huston filmó una elegía por el tiempo ido; o utilizando un término de la tradición del país que le otorgó la ciudadanía en 1964, su adorada Irlanda, una balada sobre el poso y el paso del tiempo con aliento de epitafio. Un hálito melancólico que, al contrario que en otras películas últimas, Huston abrazó conscientemente pues cuando la filmó estaba gravemente enfermo. Para su despedida convoca entonces a Los muertos de James Joyce y, en un acto hermoso de filiación fílmica, convierte a su hija Anjelica en Gretta Conroy, la mujer que escucha una música atormentada que le traen —como las llamaría Terence Davies— las voces distantes de los muertos. Distant Voices, Still Lives: voces distantes y naturalezas muertas en el caserón de las señoritas Morkan en Dublín. Es el día Epifanía de 1904. Ese día, Dublín era una fiesta. Entre los invitados de la pareja de ancianas está Gabriel Conroy, sobrino de las anfitrionas y esposo de Gretta. Todo transcurre de manera tranquila en esta película aparentemente despojada de todo acontecimiento que se detiene en las conversaciones de los comensales, la sucesión de bailes y viandas, los recitales poéticos y musicales… Pero algo bajo su superficie trata de manifestarse. Un calmo temblor, una inquietud sísmica. Ese algo es, por supuesto, el pasado. Un viejo amor de juventud, nunca olvidado, que para Gretta fue el gran what if, el qué hubiera pasado si ese joven al que y que le amaba no hubiera muerto. Michael Furey, ese era su nombre, y la furia de su recuerdo asalta a Gretta en una vieja tonada que él solía cantar bajo su ventana, La joven de Aughrim, que se interpreta esa noche de Epifanía en la gran casa de las señoritas Morkan. La canta un vivo, pero es la voz de un muerto. Su marido asiste entonces, turbado, a la transfiguración de su mujer convertida por el amor en un icono sagrado. Y ese será el detonante del fin del mundo. El fin del mundo de Gabriel, desde luego, que descubre que nunca ha compartido con su mujer un amor como el que ella compartió brevemente con aquel joven; pero también el fin del mundo, sin más, pues el tiempo pasa, siempre pasa y cae como la nieve sobre esa Irlanda en la que todos, desde sus dos ancianas tías a él mismo, nos vamos convirtiendo en sombras. Como el propio John Huston cuando filma ese epílogo imperecedero. “Y yo, tan pasajero como ellos apagándome en su mundo gris, como todo lo que me rodea”, escribió Joyce y pronunció Gabriel. Hasta entonces, hasta el último fundido a negro del mundo, Dublineses será la película que sobrevivirá a todas las películas y Los muertos el relato que sobrevivirá a todos los relatos.


José Manuel López es fundador de la seminal revista de cine Tren de sombras,  parte del consejo de redacción de Caimán  Cuadernos de Cine, coordinador y colaborador en diversas publicaciones, López posee una amplia experiencia como crítico y docente, dictando cursos y conferencias en espacios como el Master LAV,  ESCAC, CGAI o el Festival de Málaga.