RESONANCIAS

ANTÓNIO UM DOIS TRÊS.
Sesión programada por el crítico Álex Pérez Lascort a través de la convocatoria Resonancias en colaboración con la Asociación Cultural Convergencias de la Crítica Cinematográfica.

Por ÁLEX PÉREZ LASCORT

 

La vida suele consistir en encrucijadas, momentos en que una decisión puede llevarte por caminos diferentes. Multiversos si se quiere donde los personajes de tu entorno y tú mismo suelen ser los mismos aun adoptando roles diferentes, suertes dispares. Variaciones pues donde la felicidad/infelicidad depende solo de un hilo. Precisamente son estas variaciones las que ocupan el metraje de Antonio um, dois três, un periplo vital que va más allá de la simple dramedia situacional o sus toques de comedia romántica.

Las elipsis, los saltos, los bucles, nos llevan a territorios ya conocidos aunque no precisamente emplazados en el contexto lisboeta. De alguna estamos ante una versión, colorida (y hasta cierto punto optimista) de lo que Hong Sang-soo lleva trasladándonos últimamente en su filmografía. Por un lado el desconcierto temporal y el elemento romántico visto en The Day he arrives (2011), el loop situacional y el choque cultural de In another country (2012) y las consecuencias de los efectos mariposa, por pequeños que estos sean, de Right now, wrong then (2015).

Aunque es evidente que, en esta su ópera prima, el director brasileño Leonardo Mouramateus ha tomado buena nota de todo ello, no se ha limitado a ejercer de mero imitador sino que dota de personalidad propia al conjunto. Es esencialmente en el tono donde la diferencia se hace patente. Así, lejos de ese aire desencantado, frío y desesperanzado que sobrevuela en los films coreanos, aquí todo tiene un aire de simpática ironía al respecto de los temas tratados. Sí, hay cierta gravedad e incluso rabia en algunos de los aspectos del metraje, pero siempre desde una mirada que se decanta más por lo romántico que por lo sexual, por la esperanza en lugar del nihilismo.

Y es que la película parte no de una búsqueda existencial en la que cada paso supone un revés. Al contrario, partimos del punto más bajo, del tocar fondo de su protagonista Antonio. Y en su huida filmada casi a modo de homenaje de aquellas carreras del cine silente, no se siente el aliento del perseguidor sino que más bien se asemeja a una escalada, a un momento en el que solo hay una dirección posible: hacia arriba.

Por ello estamos ante un film cuyos bucles no son descendentes sino que adoptan la forma de una espiral en ascenso; cada situación, pues supone un avance (profesional, amoroso, íntimo), una paso adelante donde las vicisitudes adoptan una mejoría palpable reflejada en un guion donde las frases evolucionan en forma de clave de desbloqueo de situaciones. Para ello se entra en el terreno de la meta representación, como si cada situación pasada fuera objeto de catarsis en forma de espectáculo teatral, mostrando así el tránsito entre una realidad pasada que se convierte automáticamente en ficción. Un juego de representaciones superpuestas que nos traslada al universo de la Copia Certificada de Kiarostami y que hace del teatro una puerta, una vía de escape hacia nuevas realidades.

Pero no solo estamos ante un tratado de juegos metalingüísticos, tambien hay tiempo para resaltar, de forma amable, las diferencias culturales entre Brasil y Portugal y de paso trasladarnos al territorio del romance, donde en el juego de parejas, y en el tránsito de querer recuperar una pérdida amorosa se puede encontrar enamoramiento efímero y al mismo tiempo encantador, romántico, haciendo de una relación casual algo ausente de voluptuosidad fingida, convirtiéndolo con simples sonrisas en un encuentro que sublima el contacto físico entre dos personas.

Pero por encima de todo el film se convierte en una carta de amor a Lisboa. Sin necesidad de hacer un tour turístico a lo Vicky Cristina Barcelona la capital lusa se convierte en el epicentro del lugar donde todo es posible y donde todo es susceptible de mejorar. De esta manera la última capa de Antonio um, dois, três se convierte en subtexto de la situación económica y social de un país, Portugal, sumido en una crisis profunda pero luchando por salir a flote, como si de alguna manera el film de Mouramateus pusiera en el espejo a Las mil y una noches de Miguel Gomes y ofreciera, sui generis, un reflejo esperanzado, luminoso, brillante.


 

Nacido en Barcelona en 1975, estudió el Master de Crítica Cinematográfica en El Observatorio de cine en 2008. A partir de ahí, ha colaborado en diversos medios como Contrapicado, Cine Divergente, Cinemaadhoc o VOS Magazine. Actualmente escribe regularmente en Cine Maldito y Fantastic Plastic Magazine. Su filiación cinéfila pasa por el amor a Rohmer, el cine de género y el placer culpable de las trash movies.